Laos, un pequeño país en el sureste asiático, esconde una de las ciudades más mágicas de la península Indochina: Luang Prabang (ຫລວງພະບາງ). Una ciudad que te obliga a caminar más lento y a sentir más fuerte.
Por María Martínez Marentes
Luang Prabang es una ciudad que te quita la prisa y en donde se levantan templos dorados que parecen aparecer exclusivamente para ti. Es una ciudad de atardeceres bonitos y comida deliciosa. Hogar de elefantes, de cascadas y de calma. Una ciudad con arquitectura colonial francesa, monasterios budistas y gente sonriente. Una ciudad ubicada al centro de uno de los países más bombardeados del mundo: 270 millones de bombas cayeron en Laos durante la la segunda guerra Indochina, de las cuales se estima que 80 millones todavía no estallan. Laos es un país en donde a los niños se les tiene que enseñar qué hacer en caso de ver una bomba; en varias provincias del país, las bombas de una guerra antigua, siguen siendo una realidad.
Luang Prabang me recordó un texto de Lila Azam Zanganeh:
The impossible city is a city made of all cities. It is neither a city of the future nor a city of the past. It is a longing for the city. A city of stone and a city of glass. It is a city of spires and transparent abysses. A city of rivers streaming into an expanse of blue. It is a city of dubious beauty. Yet also a city of staggering beauty. A city of belfries harried by the screams of seagulls. A city of evergreen hills and lucid water. It is a city of children running down heaps of garbage. A city of drowsy bays and flying men and opal lakes. It is a city of sand and dunes, a city where the first and last human are covered in dust. It is a city of convents, fig-scented gardens and singing mounts. A city of redbrick castles with wide-open arms. It is a city of stone churches smelling of green water at sunup. A city of saints. It is a city of connecting islands. A city with only one weeping willow hunched over a promontory. It is a city of minarets and violet towers. A city of dreams long gone and lingering still. It is a city stippled with gold and yearning for the sun. It is all the cities you have seen and never seen. And it is the last city standing on the edge of the world, a second before the sun slips into the water.
–Lila Azam Zanganeh
El contraste de estar en una de las ciudades más bonitas del mundo y con uno de los pasados más terribles, se siente en la piel. Las sonrisas que los locales regalan, de pronto son más que simple amabilidad: son un símbolo de resiliencia, de fuerza, de optimismo, de perdón y de paz con su propia historia. Y así, con la piel chinita, es como el viajero se adentra a Luang Prabang: una ciudad imposible.
DÍA 1
El centro de la ciudad está a orillas del río Meekong y a faldas del monte Phu Si y se recorre a pie. Tras guardar el mapa y darle a mis pies la libertad de perderse un poco, empezaron a aparecer rincones dorados, estupas, mosaicos y jardines de ensueño. Los monasterios budistas parecen estar por toda la ciudad contrastando con el verde del paisaje. Hay 34 monasterios protegidos por la UNESCO, los más grandes y famosos requieren que compres un boleto para poder conocerlos, pero hay muchos pequeños que lo único que piden a cambio para caminarlos, es respeto. Uno de los imperdibles es el complejo de WAT XIENG THONG que cuenta con 20 edificaciones en las que resaltan los templos cuyos muros están vestidos de mosaicos, las estupas y la sala del carro funerario.“Wat Xieng Thong” se traduce como “El Templo de la Ciudad Dorada” y fue construido en 1559. Aquí era en donde se realizaban las ceremonias de coronación de los reyes.
Mi día empezó temprano así que, entre templo y templo, me dio tiempo de parar en el MORNING MARKET, es una callecita, llena de delicias y pescados frescos en donde los locales y restauranteros compran la comida del día (en Luang Prabang eso de la comida procesada es algo de otro mundo, aquí todo es frescso-fresco-fresco).
La visita obligada es el UXO LAOS INFORMATION CENTER, salí con el corazón un poco roto pero era fundamental entender en dónde estaba parada; los estragos de la guerra siguen siendo una realidad. UXO (unexploded ordance) es el nombre que se les da a las bombas que cayeron pero no explotaron al instante y que, 40 años después, siguen cobrando víctimas (sobretodo niños que se las encuentran en zonas rurales al estar escarbando, jugando o haciendo fogatas).
Otro imperdible y, en palabras de Lonely Planet, ideal para los adictos a los atardeceres es la caminata de 329 escalones a la cima del monte PHU SI en donde se encuentra la estupa THAT CHOMSI. Este punto dorado se alcanza a ver desde casi toda la ciudad y es un símbolo importante en Luang Prabang. Ahora, una vez ahí, lo más impactante es la vista de la ciudad. (Recomendación: ver el atardecer desde las alturas suena muy bonito, pero la realidad es que todos los turistas de la ciudad harán lo mismo y la experiencia, entre tantísima gente, no es tan especial. A orillas del Meekong hay muchos restaurantes desde donde se puede ver el atardecer acompañado de una Beer Lao bien fría).
Sol escondido y post cervecita-atardecera-a-orillas-del-Meekong (suena bien ¿no?) me dirigí al MERCADO NOCTURNO y mentiría si no les digiera que la frase “no-mames-qué-rico” se me escapó más de una vez… Las salchichas fueron de mis favoritas: carne de cerdo sazonado con limón, cilantro, chiles, ajo, sal y quién sabe qué tanto más. Si están pensando que no son fans de las salchichas es porque no han probado las de Laos. Punto.
DÍA 2
El día me recibió con una sopa en el desayuno. Al principio la idea no me encantó, pero fue un sentimiento que se fue apenas la probé; la sopa Khao Pun no le pide nada a los chilaquiles. Picante, abundante y delciosa. Perfecta para la aventura de este día… ¿alguien dijo cascadas?
Tomé un tuk-tuk en dirección a las cascadas de KUANG SI (salen del centro de la ciudad todo el día todos los días, solo hay que poner cara de curiosidad y el chofer se encarga del resto). Kuang Si es una cascada en tres niveles que me recordó a las cascadas de Agua Azul en Chiapas, cada nivel es como una alberca de agua cristalina. La cereza del pastel es llegar a una catarata de 50 metros. Como me gusta caminar, me aventé el recorrido hasta la catarata y la verdad, la alberca de agua que se forma en la cima es la más bonita de todas: columpio #InstagramFriendly checked.
De regreso a la ciudad, visité el PALACIO REAL. Fue construido en 1904 por el Rey Sisavang Vong y hoy en día, tras terminar la monarquía, es el Museo Nacional de Laos. También es conocido como el Palacio Dorado (Haw Kham) y su arquitectura tiene claramente influencia europea. Aquí se alberga el Salón del Trono que alberga una de las reliquias budistas más importantes: el trono de oro. El palacio está rodeado de jardines y dentro del mismo complejo, también de puede visitar el templo real: WAT HAW PHA BANG.
DÍA 3
Laos solía conocerse como “El Reino de Millones de Elefantes” y hoy en día, siguen siendo una de sus atracciones principales. Tristemente la mayoría de las ofertas es el famoso y nefasto “viajes en elefante” que solo sirve para la foto y en el proceso, le jode la vida a estos animales. Me tardé mucho en encontrar un santuario que realmente los cuidara y dedicará esfuerzos a terminar con las prácticas violentas y abusivas en “viaje en elefante” exige. Lo encontré: MANDALAO ELEPHANT CONSERVATION. Uno de los días más bonitos de mi vida: caminé con elefantes, comimos juntos, fueron y vinieron sin prisa y sin obligación. Libertad, vaya. La libertad es la espina dorsal del amor bonito. Todos elefantes del centro son rescatados y las heridas de su pasado se les nota en la piel, pero todos le volvieron a dar una oportunidad a las humanos desde la libertad de estar en un lugar en donde solo se les pide una cosa: ser. Ser ellos mismos.
El dinero que das sirve para el bienestar de los elefantes del centro, para rescatar a otros y para educar: ¡LOS VIAJES EN ELEFANTE DEBEN DE TERMINAR!
Para ejemplificar este día, les dejo más fotos que palabras.
¡Adiós, Laos! ¿Nos volvemos a encontrar?
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