Si la historia y la fama de la guerra definiera el futuro de los lugares, Beirut probablemente sería una ciudad para no visitar. Pero sus habitantes se han encargado de tomar su país de vuelta, de regar las cicatrices y de reconstruir desde el arte, desde la arquitectura y desde la libertad de poder echarte un buen cóctel frente al mar. Si alguna vez soñaste con visitar Beirut, este es el mejor momento para hacerlo.
Por María Martínez Marentes
Una ciudad cosmopolita en el Medio Oriente y un paraíso para los que aman caminar. La historia de Beirut se deja ver en sus calles y recorrerla a pie es la mejor forma de ver y disfrutar de su corazón y de sus pulmones: bares, restaurantes, galerías, cafés y boutiques se dejan ver con sus puertas abiertas en cada esquina. Pero también es la mejor forma de lograr que te muestre sus cicatrices: edificios bombardeados y abandonados o rastros de arte urbano que recuerda que hace no tanto, esta ciudad se hundió en la tragedia de la guerra.
La historia de esta región es complicada y triste, pero Beirut ha sabido resurgir de las cenizas. El centro de la ciudad conocido como Solidere, fue destruido casi en su totalidad durante la guerra civil, pero hoy se levanta como nuevo gracias a la minuciosa reconstrucción y restauración iniciada en los años 90’s.
La Plaza de la Estrella, el centro del centro, es de estilo art déco y cuenta con un reloj de cuatro caras. Este punto es la bienvenida perfecta a la ciudad y es el camino a la Mezquita Al-Amin (inspirada en la Mezquita Azul de Estambul) y a la Catedral de San Jorge. Otro de los atractivos de la ciudad es que entre el centro reconstruido con sus edificios religiosos y las calles viejas con heridas de bomba, se esconden ruinas como los Baños Romanos y el Jardín del Perdón, una serie de ruinas de distintas épocas (romanas, fenicias y otomanas) que se encontraron durante la reconstrucción y al no poder edificar nada ahí, se le dio este nombre para simbolizar la unión nacional. Otro punto para ver, es la Plaza de los Mártires dedicadas a los otomanos que murieron durante la Primera Guerra Mundial. Este punto, durante la Guerra Civil, fue el símbolo que dividió a la ciudad en dos. A su alrededor se encuentra la zona de los zocos, mercados al aire libre y centros comerciales, en donde las tiendas de diseñadores de todas las esquinas del mundo se hacen presentes. Aquí es donde puedes ver multitudes disfrutando la ciudad, a pesar de que Solidere es el centro de la ciudad y uno de los más bonitos y majestuosos del mundo, es un centro bastante vacío (a excepción de los mercados).
Beirut es una ciudad de contrastes: el sonido de la llamada a la oración desde las mezquitas y el sonido de las campanas de las iglesias, las minifaldas y los hijabs, lo viejo y lo nuevo, las cicatrices y la vida. Solidere es el barrio en donde estos contrastes se dejan ver más fuerte.
El barrio de los cafés, de la cerveza y de la música se llama Hamra. Bohemio y lleno de vida. Es el barrio perfecto para dormir (o no dormir). Aquí se encuentra Universidad Americana de Beirut y alberga tanto estudiantes libaneses y como de cualquier parte del mundo (quiero destacar que el 50% de los estudiantes de la universidad son mujeres) seguramente es gracias a la universidad que Hamra mantenga un ambiente de fiesta y que sea bastante cosmopolita. Los edificios están decorados con murales, desde temprano puedes encontrar un café abierto y los bares siempre tienen música.
Una tarde perfecta en Beirut es hacer un paseo con vista al mar por Rauche y La Corniche y terminar viendo el atardecer con un cóctel en mano. Un recorrido peatonal de casi 5 kilómetros en donde puedes ver a los beirutíes haciendo ejercicio o andando en bici entre rascacielos y restaurantes bastante más caros que en Hamra pero con vista al Meditérraneo. El paseo por el malecón te puede llevar hasta las Rocas de las Palomas (Pigeon Rocks): unos arcos en el mar ideales para ver el sol caer (y hasta puedes hacer un paseo en lancha). Una despedida perfecta.
Ay Beirut. Mis ganas de conocerte infartaron a mi madre y preocuparon a mi padre. Tu cercanía con Siria ponía nerviosos a mis tíos y muchas de mis amigas cuestionaron la decisión. La guerra te sigue persiguiendo y la problemática de la región genera más rumores que certezas. Es pisando tus calles, viendo la sonrisa de tu gente, probando tu comida y bebiendo tu vino, que me enseñaste que a las cicatrices no hay que ocultarlas sino recordarlas. Me demostraste que es posible renacer desde las grietas de un pasado más triste.
Si tienes más tiempo, también puedes visitar:
El Museo Nacional de Beirut, los barrios de Gemmayzeh, las escaleras de San Nicolás y el barrio Bourj Hammoud (el barrio armenio).
Cómo llegué:
Avión desde Amán (Jordanía). Es importante recordar que por conflictos actuales no se puede volar de forma directa desde Israel.
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