No es fácil terminar una relación de cinco años. Por lo que después de mandar cinco años a la mierda, decidí hacer un viaje memorable para sacarme esos cinco años de la cabeza. ¿El destino? Chile.
Después de casi un día de viaje desde la Ciudad de México, llegué a Punta Arenas, capital de la Antártica chilena y centro de Magallanes. El clima es frío, muy. El cielo nublado y las calles piden a gritos ser pintadas por algún artista. De esos que se pierden en lugares de ensueño como Punta Arenas. Es un lugar melancólico debido a que muchos inmigrantes hicieron de él, su hogar. Hasta aquí, podría parecer que no fue el mejor destino para viajar solo con el único objetivo de olvidar cinco años mandados a la mierda pero, spoiler alert, sí lo fue.
El primer día salí hacia Torres del Paine a las 5 de la mañana desde mi increíble hospedaje: Hostal Ainil, el hostal es una empresa familiar con más de once años de experiencia en la región por lo que me hicieron sentir como en casa. Antes de llegar a las Torres, paramos en Puerto Natales, un pequeño pueblo a 20 kilómetros de Puntas Arenas, a desayunar. El pueblo es uno de los destinos más instagrameables que he conocido gracias a sus casas de madera pintadas de colores pasteles, pequeñas iglesias y gente sonriente.
Foto por aquí, foto por allá. Después de una sesión de fotos, beber una taza de café caliente (¿mencioné que en esta esquina del mundo el clima es muy frío?) y de comer un sandwich, continuamos el recorrido a Torres de Paine (el viaje puede durar desde 2 horas 30 minutos hasta 4, depende del punto en el que quieras bajar para iniciar la caminata a las Torres)
Al llegar, vi que las horas y la distancia recorrida habían valido la pena: montañas enormes, ríos, valles, lagos, fauna y flora que te dejan frío (más de lo que hace en el lugar) y lo más impactante, el glaciar Grey. Ahí realicé una excursión a pie conociendo los Cuernos del Paine y viendo muchos zorros y huemules (mi ex qué ¡un huemul se robó mi corazón!)
El regreso lo haces de noche, y yo no lo recuerdo; me despertaron cuando llegamos al hostal.
La emoción del segundo día me hizo olvidar el cansancio de la caminata anterior y me ayudó a dejar de pensar en mi ex también, el lugar por conocer era igual de frío pero con el factor wow a la décima potencia: Tierra de Fuego. Un lugar de paisajes increíbles y lleno de pingüinos. ¿Necesitas más para convencerte de que si trata de olvidar a tu ex, la Patagonia es EL lugar). Nunca había visto tantos animales libres: caballos salvajes, cóndores y muchos-muchos-muchos-muchos pingüinos. Caminamos durante horas y visitamos varios lagos y vimos a varios pescadores, que todavía usan la técnica de la mosca (aunque no vi a ninguno pescar algo). Perderse en la naturaleza, es lo mío.
Mi último día en Punta Arenas me dediqué a recorrer el pequeño lugar, me recomendaron comer en Kiosco Roca, un pequeño lugar que sólo vende chorípanes y licuados de plátano, yo sé que puede sonar asqueroso, pero no. En realidad es una gran experiencia gastronómica. Otra parada fue el cementerio municipal y el casino (dicen por ahí que si no tienes suerte en el amor, tienes suerte en el juego). Y sí: con lo que gané, me alcanzó para comprar los regalos y recuerditos para mis amigos. Y por si los paisajes y la comida fueran poco, en esta esquina del mundo, no hay impuestos (¿cómo se llamaba mi ex?).
De Puntas Arenas, me fui a Santiago para encaminarme a mi próximo destino: Valparaiso. Y si Puerto Natales era el destino más instagrameable en el que haya estado, Valparaiso le hizo competencia. Caminé por calles llenas de color, hasta llegar a La Sebastiana, una de las tres casas del poeta Pablo Neruda. Si te asomas por las ventanas de este lugar, puedes ver la costa y los barcos pesqueros.
De vuelta en Santiago, recorrimos el centro hasta llegar a la Plaza de Armas, un lugar imponente. Posteriormente nos dirigimos al Senado en donde tuvimos la oportunidad de entrar, y sí, sí vale la pena. Lo mejor que puedes hacer en la capital chilena, es caminar y adentrarte en las miles de cafeterías que tiene. Ojo: existen también, los cafés con piernas: cafeterías en donde las meseras se visten con mini faldas y escotes pronunciados. Entres a donde entres, no dejes de probar cuanto marisco veas, las jaibas, son famosas por deliciosas. Y sí.
Despedí a Santiago con una caminata por los diferentes bares del barrios Las Condes, y entre piscos y alguno que otro recuerdo de esa persona con la que pasé los últimos cinco años, me preparé para mi siguiente parada: Perú.
¿Cómo llegué?
Volé con Avianca del aeropuerto de la Ciudad de México a El Dorando en Bogotá. De ahí, a Santiago y finalmente a Punta Arenas. Es casi un día de viaje así que lleven un buen libro y un extra de paciencia.